jueves, 13 de octubre de 2011

gracias

Podría quedarme quieta. Podría coserme la boca con el hilo azul que quedó guardado en la caja de mimbre, que ahora descansa sobre la vieja estantería de mi habitación. Podría quedarme quieta, pero también podría hacer todo lo contrario. Regalarte una sonrisa, y agradecerte muchas cosas. Podría agradecerte que sanas mis sentimientos y espantas mis malos pensamientos, y mis pesadillas. Agradecerte que hayas aparecido así, de repente, como el sol en las frías mañanas de diciembre. Como ese sol que calienta las mejillas y sonroja el alma. Como los días azules que llegan sin avisar, y nos hacen felices. Como los mejores abrazos y las más bonitas sonrisas... así eres. Así has sido. Has aparecido y los recuerdos vuelven a tener otro significado. Tú eres diferente, también, para mí, y eso me gusta. Me lanzas rayos de fuerza y te siento más cerca siempre que me dedicas unas palabras. Hay días, como hoy, que sabes que debes destinarlos a personas que, sea por la razón que sea, te hacen sentir distinta, y mejor. Te aislan del mundo y te alejan de las cosas feas que habitan en tu día a día, y te cuesta desprenderte de ellas. Pero entonces llegas tú, como un refrescante soplo de brisa de verano, y cambias mis días. Aunque no lo imagines. Podría quedarme quieta, y callarme. Y tragarme las palabras cada tarde, pero no me apetece. Al menos, no hoy. Porque sigues ahí, y eso me sirve para que yo también siga, al menos, aprendiendo de cada lágrima.

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