Ya eran varios días que pasaba por allí, pedía lo mismo de siempre y se sentaba con la mirada puesta en el café..
Su ropa era gris, aunque a veces la llevara de otro color, su mirada también gris, aunque en realidad tenía los ojos oscuros, y lo más curioso su cartera, que también era gris, aunque su piel negra se empeñaba en conjuntar con sus zapatos también grises.
Nunca hablaba y a mi me resultaba tan conocido, nunca levantó más que lo imprescindible su mirada del café, pero sin embargo estaba allí. Él era gris.... pero yo a todas luces era invisible.
Una vez salía del bar mi invisibilidad, se llenaba de formas, colores y volvía a la realidad. Sabía que no estaba allí solo de casualidad, pero el destino solo quiso acercarlo y alejarlo en forma de sombra que parecía bailar al ritmo del tiempo.
Una noche fría de marzo, ambos coincidimos en el mismo lugar, a una misma hora, bajo la misma luna a pocos centímetros y sin la barra del bar entre nosotros, las calles desiertas, y por útimo en aquel coche con dos únicos ocupantes, su sonrisa y su mirada, todo tan nuevo y a la vez tan conocido,aquella noche y aquellas palabras, en una oscuridad irrepetible con actitud acogedora pude ver un paraíso de colores donde minutos antes sólo existían sombras.
Se fue horas más tardes, y desapareció para no regresar jamás, "o por lo menos nunca él"
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