Es inevitable comparar nuestro mundo con aquel otro que "podría ser"
Un podría ser mejor, más mágico, sin preocupaciones, donde exista el verdadero y eterno amor...
Son tantas cosas las que queremos y anhelamos que nos guiamos por esas diferencias y las hacemos patentes hasta llegar al punto de frustrarnos.
Cierto es que no hay que idealizar un mundo fantástico, y razonable también es saber separar lo posible y lógico de lo que no pero...
¿Es ser realista sinónimo de pesimista?
Yo abogo por utilizar esa ilusión, esa esperanza y fe en lo "no cotidiano" para seguir adelante: creer en lo increible, esperar lo ilógico, amar tus deseos y no dejar de perder esa esperanza que nos da frescura y de cierta manera nos hace vivir en una niñez sana y perpetua.
Hay que saber vivir, aceptar el cada día con ansias.
¿No es normal pensar que con cosas fantásticas por suceder la vida sería más completa y las pendientes de nuestro camino serían más llevaderas?
Llamadme ilusa... pero la vida cobraría un sentido diferente si todos nos atreviéramos a creer en aquello que nos da vergüenza.
Yo opto: no por dos mundos diferentes, sino por uno solo... real pero con esperanzas de que todo es posible.
Únicamente hay que cambiar el objetivo de la camara con el que se está acostumbrado a mirar.
¿Es tan difícil arriesgarse?